Un arrecife de coral o arrecife coralino es un tipo de arrecife biótico que se desarrolla en aguas tropicales. Son estructuras sólidas del relieve del fondo marino formadas predominantemente por el desarrollo acumulado de corales pétreos. Aunque también se pueden encontrar en la zona nerítica debido al oleaje y las corrientes marinas, estas zonas reciben un flujo continuo de nutrientes, lo que las convierte en hábitats ideales para una gran diversidad de especies acuáticas.
Por su situación estratégica entre la costa y el mar abierto, los arrecifes sirven de barrera que protege a los manglares y las praderas de hierbas marinas contra los embates del oleaje; los manglares y praderas de hierbas, a su vez, protegen al arrecife contra la sedimentación y sirven como áreas de reproducción y crianza para muchas de las especies que forman parte del ecosistema del arrecife.
Aunque los corales suponen la mayor parte de la infraestructura y la masa de un arrecife de coral, los organismos más responsables en el crecimiento del arrecife contra el constante acoso de las olas oceánicas son las algas calcáreas, especies de alga roja. Los corales no realizan fotosíntesis, pero viven en una relación simbiótica con estas algas microscópicas que sí realizan la fotosíntesis, como peridinios dinoflagelados (Zooxanthellae).
Para garantizar el crecimiento del arrecife de coral se requiere una temperatura del agua de entre 20 y 28 °C. Los arrecifes de coral se encuentran en los océanos, generalmente entre el trópico de Cáncer y el trópico de Capricornio, debido a que los corales constructores de arrecifes viven en estas aguas. Estos corales se encuentran principalmente en la zona fótica (menos de 50 metros de profundidad), donde la luz solar alcanza el suelo y ofrece a los corales suficiente energía.
Debido a esto, los arrecifes de coral crecen a mayor velocidad en aguas cristalinas, donde la luz solar es menos absorbida por el agua oceánica.
Existen diferentes tipos de corales: los corales blandos o corales ahermatípicos y los corales duros, mejor conocidos como pétreos o corales hermatípicos. En los arrecifes del Indo-Pacífico se han identificado hasta 700 especies, mientras que en el Atlántico hay alrededor de 145 especies y en el Caribe se han descrito 60 especies de corales pétreos. En ellos han evolucionado increíbles interacciones biológicas.
En la subclase Zoantharia o Hexacorallia, en el orden Scleractinia, se encuentran los arquitectos del suelo marino, formadores de los arrecifes, los corales hermatípicos. Asociados a estos se encuentran corales blandos o córneos (subclase Alcyonaria) y el coral de fuego, Millepora alcicornis, de la clase Hydrozoa.
Como organismos unicelulares fotosintéticos, los dinoflagelados producen parte del alimento del coral y absorben un poco de sus productos de desecho.
La reproducción de los corales se puede medir de acuerdo con los ciclos lunares y las mareas.
De las aproximadamente 48.000 especies reconocidas de vertebrados, más de la mitad son peces. De estas, más del 60 por ciento viven exclusivamente en ambientes marinos. A pesar de que los arrecifes de coral representan menos del uno por ciento del área total de los océanos del mundo, aproximadamente la mitad de las especies conocidas de peces marinos se encuentran concentradas en estas aguas tropicales poco profundas.
Los seres humanos constituyen aún la mayor amenaza para los arrecifes de coral. En particular la contaminación terrestre y la sobrepesca son las mayores amenazas para estos ecosistemas.
- la gran barrera de coral, al norte de Australia
- el Sistema Arrecifal Mesoamericano (también conocido como Arrecife Mesoamericano)
- las Lagunas de Nueva Caledonia, en el Océano Pacífico
- el Banco Chinchorro, frente a Xcalak y Río Huach en el mar Caribe
- el Triángulo de coral, en el sureste asiático, el conjunto de arrecifes de coral con más biodiversidad y más especies de coral (más de 500)
El arrecife de mayor longitud es la Gran Barrera de Arrecifes, en la costa de Queensland, en Australia: tiene más de 2.000 km2, y es una de las construcciones naturales más grandes del mundo.
Los arrecifes coralinos forman el hogar de muchos organismos marinos que allí encuentran alimento y protección contra los depredadores.
El segundo arrecife coralino más grande del mundo, el Arrecife Mesoamericano, a lo largo de las costas de México, de Belice, de Guatemala y de Honduras, se encuentra en el mar Caribe, y se extiende por más de 700 km desde la península de Yucatán hasta las Islas de la Bahía, en la costa norte de Honduras. Aun cuando mide un tercio de lo que mide la gran barrera de coral (Gran Barrera Arrecifal) de Australia, el Arrecife del Caribe Mesoamericano alberga una gran diversidad de seres, e incluye 60 tipos de corales y más de 500 especies de peces.
El ecosistema también es el sitio de dos grandes iniciativas internacionales de conservación, una ya bien establecida y otra que se está iniciando.
En 1998, el Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wide Fund for Nature) WWF, por sus siglas en inglés) identificó al arrecife del Caribe mesoamericano como un ecosistema prioritario y una ecorregión de importancia global, por lo que comenzó un esfuerzo de conservación del arrecife a largo plazo. Las mismas políticas de protección se han puesto en marcha para el Triángulo de coral, gracias a la acción coordinada del Foro Mundial para la Naturaleza (WWF), The Nature Conservancy y la creación del Coral Triangle Initiative (CTI), formado por los 6 países que comparten las aguas del Triángulo de coral (Indonesia, Papua Nueva Guinea, Islas Salomón, Filipinas, Timor Leste y Malasia).
El arrecife de coral de Nueva Caledonia es también el segundo del mundo en importancia, ya que se extiende sobre 1.600 km lineales y cubre una superficie de 1.574.300 ha alrededor de la isla. Alberga unas 11.000 especies animales y 419 especies de coral, y fue incluido en la lista del Patrimonio de la Humanidad en 2008.
Arrecifes en el pasado
A lo largo de la historia de la Tierra, desde pocos millones de años después de que los organismos marinos desarrollaron esqueletos duros, casi siempre hubo arrecifes en los mares primitivos. Las épocas de máximo desarrollo fueron el Cámbrico medio (520 Ma), el Devónico (416-359 Ma) y el Carbonífero (360-300 Ma), debido a corales del extinto orden Rugosa, y el Cretácico superior (99-65 Ma) y todo el Neógeno (23 Ma - actualidad), debido a corales del orden Scleractinia.
No todos los arrecifes del pasado estuvieron formados por corales. Así, en el Cámbrico inferior (570-536 Ma) se debieron a algas calcáreas y a arqueociatos (pequeños animales filtradores de forma cónica, probablemente emparentados con las esponjas), y en el Cretácico superior (99-65 Ma) existieron también arrecifes formados por un grupo de bivalvos denominados rudistas (una de las valvas, hipertrofiada, formaba la estructura cónica principal, y la otra, mucho más pequeña, actuaba como tapa).
Problemática
En la actualidad es posible disfrutar estos bellos ecosistemas que desafortunadamente se encuentran en problemas. Se distribuyen en ecosistemas y se encuentran amenazados por dos factores: naturales y antrópicas (el ser humano como origen). En las primeras cabe destacar los efectos de las olas generadas por los huracanes que azotan a los trópicos. También se ven afectados por los cambios bruscos en la temperatura y en la salinidad del agua, dos características ambientales clave que afectan directamente a los animales en su conjunto, y la depredación por otros organismos tales como peces, caracoles y estrellas de mar, también perjudiciales para esta maravilla de animales acuáticos coloniales.
En estos arrecifes se produce un crecimiento rápido de las algas que pueden matar a los corales al competir ambos entre sí por luz y espacio. Pero los corales han evolucionado durante millones de años para lograr adaptarse y mejorar su defensa frente a las causas naturales. Una muestra de estas adaptaciones son la alta fecundidad, la producción de nematocistos y la extensión de sus pólipos solo de noche; muy exitosas hasta el momento.
Hay otras amenazas para las cuales no se han adaptado: los llamados efectos antropogénicos, como la contaminación, la destrucción de los manglares, la erosión del suelo, la deforestación, la sobrepesca, la extracción indiscriminada, los excesos en el turismo marino y el cambio climático son algunos de los factores que podrían desestabilizar el ecosistema. La contaminación puede afectar de varias formas a los corales, según cuál sea el contaminante en cuestión que se esté dando. Por ejemplo:
Contaminación por petróleo
Los derrames de petróleo afectan la tasa de crecimiento y los sistemas de reproducción de los corales. Este impacto se ve agravado por los dispersantes utilizados después de un derrame, ya que aumentan las amenazas y pueden incluso matarlos. Los escurrimientos de combustible de los barcos también les causan daño: en 1998, el barco Emily Cheremie destruyó más de 400 metros de arrecife frente a las costas de Quintana Roo.
Tras describir la contaminación por petróleo, hay que destacar que cualquier sustancia que afecte la claridad del agua, como el exceso de sedimentación causado por el dragado de las costas y la erosión ocasionada por la deforestación, afectará a las zooxantelas y su habilidad para fotosintetizar. Las aguas usadas y los fertilizantes aumentan la cantidad de materia orgánica y por tanto causan eutrificación en el agua. Esto estimula el crecimiento de las algas que asfixian a los pólipos al crecer más rápido que los corales, y compiten por espacio en el suelo marino con éstos. Los contaminantes por agentes químicos o biológicos pueden ser tóxicos y acabar con los corales. La descarga de aguas calientes de plantas generadoras de energía es tan letal como cualquier veneno, ya que los corales están adaptados a las temperaturas estables del trópico.
Turismo
El crecimiento de la actividad turística ha dañado a los arrecifes con las descargas de aguas negras y la contaminación tóxica. Los barcos que tiran las anclas en los arrecifes o que encallan pueden destruir un coral de más de cien años de edad en cuestión de segundos, al tirar basura o al alterar el equilibrio de las comunidades, al pescar demasiados peces y poner en peligro la capacidad reproductiva de las poblaciones. En los últimos años se están difundiendo algunas evidencias que muestran que los arrecifes pueden estar en peligro. La existencia de buzos descuidados, que pueden tocar y romper el coral; los turistas son también responsables del enorme crecimiento del comercio de curiosidades marinas, en especial de especies amenazadas como el coral negro.
Además de ser un hábitat insustituible, los arrecifes son rompeolas naturales que se autorreparan y que protegen el litoral, sin costos para el ser humano. Los arrecifes de coral proveen alimento y protección para un sinnúmero de criaturas marítimas, como los erizos, las tortugas de carey, los cangrejos, las langostas y un largo etcétera. Alteraciones tanto naturales como realizadas por el ser humano pueden afectar la compleja cadena alimenticia que se ha desarrollado alrededor del arrecife.
Para poder enfrentar estos problemas y proteger a los arrecifes, es necesario seguir actuando. Greenpeace trabaja por la protección de los arrecifes de coral a través de una combinación de esfuerzos locales, regionales e internacionales.
Cambio del clima global
La respuesta de estos ecosistemas ante el cambio climático se conoce como blanqueo de coral. Cuando enfrenta un estrés extremo y prolongado debido al calentamiento de las aguas tropicales, el coral expele las algas (zooxantelas) que viven en sus tejidos, con lo cual pierde su color natural y adquiere uno blancuzco; al perder su asociación con las algas, el coral muere. Esto se ha asociado con la mortalidad de muchas colonias de coral que en ocasiones parecen recuperarse naturalmente. La enfermedad de banda negra se ha descrito como un tejido necrótico que crece en los corales y parece ser causada por la cianobacteria Phormidium corallyticum. Este fenómeno se ha descrito en muchas áreas tropicales, incluido el Caribe.
En sentido opuesto, los corales absorben el CO2 disuelto en el agua y lo incorporan a los arrecifes. De esta manera contribuyen a reducir las acumulaciones de este compuesto químico en la atmósfera y disminuyen los riesgos del calentamiento global.
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